¿Miedo al fracaso laboral? Te contamos cómo superarlo

Cualquier aspecto del desarrollo de nuestra vida está empedrado de desafíos y dificultades. La mayor parte de ellos resultan ineludibles y necesarios si deseamos seguir avanzando o simplemente queremos acometer un nuevo proyecto o iniciar una nueva etapa. Y, con mucha frecuencia, habrás experimentado la sensación de que lo único que te impide la consecución de esas metas es la falta de confianza o el temor a no dar la talla: es decir: el miedo al fracaso.

Miedo al fracaso

Identifiquemos el problema

La primera idea que hay que asumir es que el miedo, cualquier miedo, es necesario y beneficioso. Como especie, los humanos no surgimos ni nos desarrollamos en este ambiente urbano previsible, sino en uno plagado de peligros inmediatos. Enfrentarse a esas amenazas requería reacciones rápidas. El miedo es por tanto un mecanismo universal de alerta y defensa que nos ha mantenido con vida (como especie y como individuos).

Por lo tanto, debemos aprender que el miedo al fracaso y, en concreto, al fracaso laboral, es una reacción natural que es necesario aprender a evaluar cuando se convierte en una sensación fóbica que anula la voluntad.

¿Y cuándo se ha convertido en una fobia bloqueante? Veamos algunos puntos de autodiagnóstico a tener en cuenta.

  • Sensación constante de baja autoestima o, como la llaman algunos, autoestima negativa.
  • Ataques de ansiedad y pánico ante la perspectiva de tener que enfrentarse a la situación que nos angustia.
  • Síntomas físicos de última hora, tales como dolores de cabeza o molestias estomacales.
  • Tendencia a la procrastinación, es decir, dedicación total a la resolución minuciosa de tareas secundarias como medio de retrasar la tarea principal.
  • Preocupación constante por las opiniones de los demás referentes a uno mismo.
  • Evaluación a la baja de las habilidades propias.

Como estamos viendo, el miedo al fracaso en el trabajo (denominado como atiquifobia por la psicología) es el temor extremo a cometer errores que nos pongan en evidencia y ataquen nuestra autoestima.

Se reconocen dos respuestas básicas a este problema: unas personas optan por evitar determinadas situaciones clave que les provocan este sufrimiento, mientras que otras escogen la sobrecompensación y redoblan sus esfuerzos y su preparación. Esta segunda estrategia puede parecer la adecuada, pero puede conducir a un enorme aumento del estrés y llevar al trabajador a descuidar otros aspectos esenciales de su desempeño.

Llegados a este punto es necesario señalar que el miedo al fracaso no es un trastorno y no está reconocido como tal. Pero puede ser el signo de un cuadro ansioso-depresivo para el que la respuesta más adecuada es sin duda buscar ayuda profesional.

 

Consecuencias del miedo al fracaso

Cuando la atiquifobia fuerza a una persona a evitar la sensación de fracaso y el sufrimiento que piensa que le provocará, entonces caerá en una estrategia de evitación. El trabajador comenzará a huir de los desafíos que disparan el miedo al fracaso. Llegado a este punto se enfrenta a una doble trampa:

  • En primer lugar, el desempeño laboral diario de cualquier trabajador en cualquier sector nunca va a estar totalmente exento de momentos en los que tendrá que enfrentarse a situaciones similares: un cambio de puesto de trabajo, un nuevo destino, un proyecto en común con otros compañeros, incluso un cambio de empresa… En muchas ocasiones, estas ocasiones sobrevendrán con independencia de que lo deseemos o no.
  • En segundo lugar, el huir hacia la comodidad de las decisiones sencillas y las responsabilidades limitadas provoca una momentánea sensación de alivio, qué duda cabe. Pero también lleva aparejado (hay que ser muy conscientes y no engañarnos con esto) la pérdida de oportunidades, la privación de grandes satisfacciones y posiblemente la perpetuación de problemas que nos lastran.

Tengamos en consideración un ejemplo muy reconocible por todo el mundo: una persona que se encuentra en un trabajo por el que percibe un salario que considera insuficiente y en el que padece un clima laboral enrarecido. Esa persona deseará continuamente cambiar de trabajo y comenzar a hacer entrevistas. Pero si el pensar en ser rechazado en ellas o el considerar que seguramente no encajará en la nueva compañía le llevan a cerrarse al cambio, su problema persistirá. Seguirá en una empresa en la que nunca dará todo de sí.

Cuando esta estrategia autoinvalidante se perpetúa en el tiempo, la mente se instala en lo que los psicólogos llaman el pesimismo defensivo. Las personas que han adoptado esta estrategia contemplan siempre únicamente las peores situaciones.

 

Enfrentándote al problema del miedo al fracaso laboral

Es posible enfrentarse a cualquier fobia y desde luego es posible enfrentarse al miedo al fracaso en el ámbito laboral. Pero el primer paso es ser consciente de que se está padeciendo un problema.

Las estrategias de la mente humana para defenderse de la baja autoestima pasan frecuentemente por la elaboración de argumentos aparentemente realistas y razonables, del tipo “no me merece la pena cambiar de trabajo, al fin y al cabo este ya lo conozco y ya estoy hecho a él”, o bien “al fin y al cabo, a nadie le gusta su trabajo”.

El miedo a fracasar se presentará por tanto como una certeza, como un rasgo de clarividencia frente al azar y las dificultades de la vida laboral. Ser consciente de que se trata de una fobia tratable y superable y no de una evaluación correcta de los hechos será el pilar base sobre el que construir un nuevo enfoque vital.

De entre las diversas estrategias para superar los bloqueos de la atiquifobia, la más efectiva es el fortalecimiento de la resiliencia. Y esto no se logra si no es enfrentándonos una y otra vez al fallo y al fracaso. Cada vez que te enfrentes, debes tomarlo como una oportunidad para evaluar las estrategias que has adoptado y repensarlas de cara al futuro. Este es el camino de todo aprendizaje.

Es necesario también evitar los miedos anticipatorios y el jugar mentalmente a contemplar todas las consecuencias. Ahí tendrán origen posiblemente los ataques de ansiedad de los que se hablaba antes.

Centrarse en aquellas cosas seguras que controlamos nos dará una sensación de seguridad y autoestima compensada.

Una autoexigencia desmesurada, que coloque tus logros siempre muy por debajo de tus expectativas, puede ser difícil de evitar, ya que seguramente estará blindada por la autoimagen y la aceptación del entorno, pero se puede convertir en el gatillo de la fobia.

 

Cambiando de estrategia

Terminaremos con una reflexión. No evites el miedo. Ya se ha señalado más arriba que el miedo es una estrategia evolutiva y como tal, trabaja a tu favor. El miedo no es una enfermedad. Ni siquiera un mal síntoma. El miedo es tu aliado: te salva todos los días del atropello en la puerta de tu casa o de sufrir un atraco en una zona peligrosa.

El enemigo al que debes enfrentarte no es ni el miedo ni el fracaso, sino tu enfoque sobre la cultura del trabajo. Imagina que los cursos de la Escuela de Hostelería se centraran en evitar en los cocineros el miedo a quemarse y cortarse. Sería absurdo y ni siquiera se considera. De hecho, se supone que un sano miedo a los fuegos encendidos y los cuchillos bien afilados les permitirá seguir desarrollando su labor con salud. En realidad, a lo que se les enseña es a realizar su trabajo de la forma más profesional posible. La seguridad (y conservar todos los dedos) será una propiedad emergente de esa preparación.

Casi con total seguridad has vivido desde el inicio de tu vida laboral en una cultura de los objetivos y el éxito. Reemplázala, es tóxica. Sustitúyela por la cultura del esfuerzo y el trabajo duro, de la preparación y la formación continua. Cambia de forma radical el “no voy a conseguirlo y todos dirán que no valgo” por el “trabajaré duro para conseguirlo y todos dirán que al menos lo intenté”. De esta forma convivirás con el fracaso, aprenderás de él y darás lo mejor ti. Porque, como dijo Bruce Lee: “en los grandes intentos, es glorioso incluso fracasar”.